En política nada asombra. Y el tamayazo del socialista Martínez al entregar la Diputación de Lugo al PP demuestra que un buen número de políticos lo son por intereses muy personales. Hablar de la ética personal de Martínez es como creer que Bárcenas ganó los millones honradamente. Que no se engañe el alcalde de Becerreá. Un político que traiciona a su grupo tiene muy poca credibilidad para demostrar que su imputación es un error.
Pero el caso de Lugo nos sirve para ver la casa socialista por dentro. Donde vemos que el PSOE está atravesando una de las peores, sino la peor, crisis de su historia. Y no solo nos referimos al serio problema de identidad, que ya no puede ocultarse por sus evidentes posicionamientos, sino por la crisis ética y moral que corroe la esencia misma de lo que dice defender. Y los ejemplos diarios de esta descomposición están a la vista.
El PSOE gallego presenta síntomas letales contra su propia supervivencia. Y aun así sigue por el camino perdido. Por esa senda trampa a donde lo llevó Besteiro. Porque el poder -o llegar a él- admite cambios.
Pero el síntoma más letal es la indiferencia ante la inestabilidad política a la que ha llevado a las principales ciudades gallegas. Eso sí, sin pudor, argumenta que es para regenerar la política.
Toda esta descomposición de identidad del PSdeG ha sido admitida por sus hechos, errores que pagará en el futuro inmediato. Si esta situación no se revierte y no cambia radicalmente su forma de hacer política, el PSOE pasará a ser una fuerza minoritaria en Galicia. El caso de Lugo es el principio.