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Los comedores

Los nuevos gobiernos locales deben hacer algo con criterio y seriedad. En el siglo XXI la dignidad es imprescindible al servir un plato en la mesa.

En estos tiempos, en los que abunda la hipocresía y los intereses personales, hay que recurrir a los clásicos. Seneca describía el pavor de estar sometido a un todopoderoso que puede hacer la ley, elegir el culpable, y decidir la pena y mandar ejecutarla, sin defensa, sin apelación, sin esperanza para la víctima. Estas reflexiones deberían hacer entrar en razón a los que antes del 24-M, mal utilizando el mensaje de Seneca, descalificando a los que mandaban sobre la apertura de los comedores escolares durante el verano para aquellos que lo están pasando mal. Pero al tocar moqueta el discurso ha cambiado. Quizás ahora vean que eso no solucionaba el problema. Y no es, precisamente, por tocar poder.

Es verdad que la llegada de las vacaciones escolares genera un serio problema a muchas familias que disponen de unas becas públicas que les otorgan una alimentación para sus hijos en los comedores de los colegios.

El problema está ahí y lo importante es que existen respuestas de quienes deben darlas, de las personas con experiencia e implicadas en el día a día en la atención a los necesitados. Y resulta llamativo que lejos de apostar por este tipo de personas se opte por buscar titulares fáciles con pronunciamientos a los que los expertos se oponen, como la apertura veraniega de locales públicos que supongan la estigmatización de los niños.

Los nuevos gobiernos municipales deberían pensar en ello. Habría que buscar un convenio con las organizaciones que reparten alimentos para que sean atendidos en casa. Y si esa vía se hace imposible se abre el comedor a esos pequeños. Pero con criterio y seriedad. En el siglo XXI la dignidad es imprescindible al servir un plato en la mesa. Alguno, felizmente, lo ha entendido.

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