Feijóo anuncia una rebaja del impuesto sobre inmuebles y las nuevas corporaciones ponen a parir a las que se fueron. Pero ninguno habla de elaborar un censo sobre mendigos, que en los últimos tiempos se multiplican. A primeros de mayo había contabilizados en Galicia 3.600 indigentes, lo que convierte a la gallega en la segunda comunidad con más sintecho. Y no hay distinción de sexo de las personas marginadas en esta situación.
El drama en términos más amplios afecta a tres millones de españoles que alcanzan el nivel de pobreza severa y se vive con intensidad en millón y medio de hogares que padecen una situación de exclusión social en la que cuatro de cada diez niños no recibe la atención necesaria. Y no solo eso, porque es que además carecen de condiciones para un acceso fluido a los servicios sociales y ven envueltos en entornos que dificultan la socialización de las personas en situación precaria.
En ese punto parece innegable la relación entre pobreza y fracaso de las políticas de los poderes públicos o, directamente, la ausencia de políticas para combatir la pobreza. La merma del subsidio del paro y, en general, los recortes de los servicios sociales no ha hecho más que agravarla.
Ahora, unos rebajan el impuesto para los afortunados que tienen casa y otros culpan de los males de estas personas a los que mandaban y mandan. El caso es que entre el electoralismo calculado y la demagogia permanente nadie mueve ficha. Y así nos va.