La actitud de Pérez Jácome en la ronda de contactos que ha mantenido el líder de Democracia Ourensana con el resto de los partidos, evidencia la dificultad de esta formación para digerir los resultados democráticos expresados libremente por los ourensanos en las urnas. Aún más, sitúa a Jácome atrapado en las redes de intereses personales de los sectores más estrambóticos que se dedican a la política con un discurso cargado de demagogia y bronco.
Si ése es a partir de ahora el modus operandi político de Democracia Ourensana, no les cabe esperar a corto y medio plazo más que la pérdida de influencia social, la mima que ha mostrado en estas conversaciones para formar la corporación municipal.
Jácome se niega a asumir los resultados electorales. Pero ha sido la soberbia política y los vaivenes personales de este atípico político y en buena parte su discurso trasnochado, con una imagen rancia y apagada como su forma de entender la política, lo que ha llevado a las demás fuerzas políticas a no tomarlo en serio.
En ningún momento de las negociaciones los demás partidos han protagonizado la prepotencia de Jácome, y menos amparándose en el apoyo imaginario de los ourensanos.
El líder de Democracia Ourensana tiene el derecho a estar satisfecho con los resultados obtenidos, pero debiera empezar a pensar en trabajar para recomponer su propia forma de hacer política. Porque los populismos sí marcan límites.
Pero, sobre todo, debiera comenzar a trabajar en el ejercicio de una oposición que esté a la altura del proyecto que dice defender. Lo contrario será una eterna pataleta destinada a un nuevo fracaso con peores consecuencias para el futuro de DO.