El último día para publicar encuestas es más de lo mismo. Los sondeos vienen dando cuenta de un alto porcentaje de votantes indecisos, tantos como para definir, en el último momento, el resultado de las elecciones. Porque los recientes procesos electorales demuestran la tendencia de los indecisos a definirse en los últimos días y hasta a pie de urnas.
La veda a la publicación de encuestas en los últimos días del periodo electoral lleva a los medios a publicar los sondeos con datos que por el trabajo que requieren son "viejos". Si se pudieran publicar el mismo día o el anterior a las elecciones otra cosa sería. Es decir, ya no habría tantos indecisos.
La pobre cultura sobre encuestas, en buena parte promovida por los políticos que aplauden o censuran según los resultados, así como la confusión creada por empresas demoscópicas y metodologías, crean un campo fértil para las teorías de la "conspiración" o del “chanchullo”.
Pero todos sabemos que dichas teorías no pueden evitarse. Por eso, no faltará quien diga que la decisión de seguir prohibiendo la publicación de encuestas más allá de seis días antes de las elecciones tiene algún oscuro propósito. Porque es inevitable la discrepancia entre las urnas y los resultados obtenidos en el trabajo de campo semanas antes de las elecciones y publicados seis días antes de las votaciones.
Las encuestas, hay que entenderlo de una vez por todas, son un retrato del momento en que se recogen los datos, no una bola de cristal para adivinar el futuro. Y es obvio que habrá diferencia más que sustanciales en los resultados publicados este fin de semana y hoy mismo y los que realmente salgan de las urnas el 24 de mayo. Y no sería extraño que alguna empresa demoscópica se haya pasado de frenada. Por lo que sea, pero se haya pasado.