Faltan menos de dos semanas para el 24-M y todavía es pronto para hacer pronósticos. El resultado de las elecciones británicas es un buen ejemplo que puede iluminar a aquellos que solo creen en las tendencias que hablan del fin de los grandes partidos y la llegada de un cambio de ciclo.
El clamoroso error de las empresas demoscópicas británicas deja entrever lo que pudiera suceder en las elecciones municipales en las que hasta ahora, según los sondeos, los partidos emergentes pone contra las cuerdas al partido gobernante. Unas encuestas que lo alejan de las mayorías absolutas en las grandes ciudades y la pérdida en numerosos municipios de tamaño medio.
Estas dos semanas serán una prueba de cómo las formaciones van calando en un electorado en el que, según los propios sondeos, el número de indecisos sobrepasa los cien mil.
Otra de las razones es el resurgir de un populismo que, sin haber tocado poder, se presenta como contrapunto a un crecimiento mínimo, es cierto, pero sostenido y diversificado de la economía. Pero sus programas -por lo poco que se conoce- no son precisamente la panacea para contribuir a la reducción de la pobreza y a la creación de empleo. Y esto, cada día que pasa, está calando en el electorado.
No se trata, como dicen los dirigentes de estas formaciones populistas, de que sin ellos en el poder gobernará la derecha, sino de acabar con el mito de que el populismo es la única manera de gobernar.
Galicia necesita gobiernos probos, sin cortapisas ideológicas, que se ocupen de hacer crecer la economía e inviertan más y mejor en beneficio de los gallegos, como el camino correcto para superar progresivamente la crisis. Pero es cierto que urgen cambios.