El balance del empleo durante el primer trimestre del año hace evidente que sí existe un cambio de tendencia. Esa es la principal novedad, probablemente la mejor noticia que se ha generado en España en mucho tiempo, pero los números no deben eclipsar la cruda realidad de un problema que sigue siendo una auténtica emergencia nacional. Los datos positivos a nivel estatal, con un descenso de 13.100 parados, no se trasladan a la Comunidad gallega, donde el paro subió entre enero y marzo en 11.900 personas. Lo que convierte a Galicia la tercera comunidad donde más creció el paro.
Pero la lectura de todos los datos de las estadísticas pone de manifiesto que el empleo que se crea es en muchas ocasiones por tiempo parcial o con plaza de caducidad, y con unas condiciones bastante más precarias que cuando comenzó la crisis. Y también sigue incrementándose el número de personas que se ven condenadas a situaciones de paro de larga duración, que van perdiendo sus subsidios o que al menos ven reducidas las cantidades económicas que perciben.
Con este panorama tan duro sobra cualquier intento de triunfalismo. Aún está todo por hacer para conseguir que el volumen de desempleo acumulado en los últimos años retroceda a unas cifras equiparables con los registros previos a 2007.
Mientras la situación mantenga las actuales tendencias se hace imprescindible que las instituciones den total prioridad a las políticas que intentan paliar el paro. Por eso, la Xunta tiene la obligación de hacer los deberes y dejarse de tanta campaña.
