El naval vuelve a ser noticia. La falta de carga de trabajo y el incumplimiento de los acuerdos echan a la calle a las auxiliares. Lo del sector naval es un problema con raíces diversas que van desde los incumplimientos a la desinformación, pasando por la mentira. De ahí la indignación, que en estos momentos es muy buena para la agitación.
En el caso de los conflictos sociolaborales no puede soslayarse la responsabilidad de las diferentes administraciones, todas ellas implicadas en un proceso del que tan solo se ha podido ver la promesa.
Más allá de cuestiones de políticas soterradas, la falta de carga de trabajo anunciada se quede en nada o, en el mejor de los casos, en menos de la mitad de lo prometido para revitalizar un sector vital para la economía gallega, pude ayudar a crispar más a una sociedad demasiado alterada.
Ese descontento, debido a los incumplimientos pactados para el naval, también es peligroso porque se puede trasladar a un malestar generalizado en las comarcas de Ferrol y Vigo. Y eso, junto con el clima de crispación, es un cóctel de imprevisibles consecuencias que requiere sensatez en el tratamiento y seriedad a la hora de las promesas.
Este tipo de situaciones no pueden permitirse, pues desvirtúan aún más si cabe la desafección hacia la clase política. Navantia y administraciones deben asumir sus responsabilidades, tanto en la gestión empresarial como en la política. Aunque el sector, como es ahora el caso de las auxiliares, también tiene su cuota de responsabilidad. Aunque ésta solo aparezca en la letra pequeña.