Feijóo abrió la espita de un tuvo que filtra lo que es nuestra política, o lo que es lo mismo, lo que son algunos de nuestros representantes. Y el diagnóstico de ese amargo líquido resultante es ampliamente compartido por toda la sociedad. Ya no hay lugar a dudas. Estamos viviendo un momento de cambio evidente e irreversible en la percepción que la ciudadanía tiene de sus instituciones públicas y de aquellas personas que las gestionan y representan, extendiéndose de manera imparable un sentimiento de desapego, desprestigio, desconfianza, desafección y desesperación de la ciudadanía hacia la clase política y las instituciones públicas.
Ante este escenario, resulta ineludible recuperar la confianza de la ciudadanía apostando de manera decidida por dar un sentido real y coherente a la transparencia en las administraciones públicas y por lograr la incorporación progresiva de los principios del buen gobierno a su gestión cotidiana.
Pero esto nada tiene que ver con la torpeza o la mala intención de alguna de política, que con una estrategia estúpida y amparada en la impunidad que le da su acta, acusa al presidente Feijóo de prevaricador. Porque eso es lo que afirma la diputada Yolanda Díaz. Y es que AGE calumnia su estrategia errática sobre los viajes del presidente y los objetivos que, con mayor o menor fortuna, puede lograr en beneficio de Galicia.
Tan equilibrada mezcla de inconsistencia y despropósitos solo puede entenderse desde una doble consideración. Por un lado, que la señora Díaz ha sucumbido a la tentación de la demagogia y el populismo, al percibir que una parte del electorado de izquierda podría caer fácilmente en la trampa de la demagogia, convirtiendo el acoso al Ejecutivo de Feijóo en un presunto botín de adhesiones populares. Por otro lado, la izquierda que representa parece haber sucumbido una vez más a una de sus más naturales propensiones: la demagogia como factor de deformación de la realidad. Claro que la torpeza y la impunidad solo complacen a irresponsables y demagogos.