Hace unos días conocíamos los datos del paro de febrero, que sirven a nuestros políticos para hacer demagogia. Después de casi medio año de ver como subía el desempleo, Galicia se toma un respiro y ve como descienden los parados. Pero además de éste, existe otro dato en el mercado laboral muy significativo.
En torno a la mujer como sujeto activo de la sociedad e igual en todo al hombre ante la ley se dan situaciones que son intolerables, pero que forman parte de la cotidianeidad sin que se acabe con ellas, como la violencia de género. La llamada "brecha salarial" también es una situación intolerable, que da por sentado, acepta y permite que la población laboral tenga más o menos ingresos por su trabajo en función de su sexo. Y no habría que olvidar que la precariedad en que viven muchas mujeres por esa discriminación salarial incide directamente en su capacidad de defenderse en casos de violencia de género.
Varios informes recientes estiman en casi un 24% la brecha salarial entre hombres y mujeres en Galicia. Las trabajadoras gallegas cobran de media 11.200 euros al año, mientras que para los varones la cifra se eleva a 14.700 euros, diferencia que procede de los menores emolumentos recibidos por la misma actividad y del hecho de que son las mujeres las que sufren mayor precariedad.
También conocíamos otro dramático informe. En él cifran que unas 93.000 mujeres gallegas cobran menos de 2.000 euros anuales. Unos 166 euros al mes, o lo que es lo mismo, una tercera parte del equivalente al salario de inserción social. Son las llamadas "infraempleadas".
Resolver esta lacra, agravada por la crisis como dicen los hipócritas, requiere no solo la acción de las instituciones, sino la determinación del conjunto de la sociedad. En esta campaña electoral de nada valen los eslóganes ni las promesas, porque sin igualdad entre mujeres y hombres estaremos perpetuados a una sociedad injusta. No es cuestión de frenar esa brecha salarial, sino acabar con una esclavitud vergonzante.