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El control

La ausencia de un poder judicial independiente y sólido y de organismos de fiscalidad y de seguridad propicia que los sinvergüenzas sigan ahí.

Feijóo presentó a sus "siete magníficos" como garantía para gobernar. Pero para poner orden y estabilidad es imprescindible acabar con los Calavera, y que los dirigentes políticos no se ponen de perfil para que las balas pasen de largo.

La corrupción es un cáncer que ha hecho metástasis y no se va a resolver con leyes y medidas efectistas con una tímida propuesta de ley anticorrupción cosmética. Entre otras cosas, porque no hay interés y porque no quieren. Pero agrada a ciertos oídos.

La raíz de la corrupción está en el inmenso poder y control que tienen los partidos sobre la actividad económica pública, comenzando por el control sin ningún tipo de límites sobre las adjudicaciones y el enchufismo en las instituciones.

Pero además de esa realidad, que significa que el dinero público no es para las necesidades generales sino de quienes gobiernan, hay ese pozo sin fin de corrupción que generan los diversos controles que ha implantado la endogamia política.

El control de cambio es un pingüe negocio para aquellos que forman el ejército de enchufados y tienen acceso fácil a las débiles arcas municipales. Ese control es un caldo de cultivo para el mantenimiento y surgimiento de mafias que actúan, a través de grandes entramados, para beneficio propio.

La ausencia de un poder judicial independiente y sólido y de organismos de fiscalidad y de seguridad, también independientes, es un campo oportuno para que estos sinvergüenzas sigan ahí. Sin estos mecanismos de control estaremos ante unas instituciones débiles y la corrupción seguirá prosperando impune.

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