El ministro de Economía se ha mostrado excesivamente optimista en su balance del año que ha terminado. De Guindos afirma que en España ya no hay miedo a perder el puesto de trabajo. Quizás se refería este ilustre y visionario político a que la ilusión despierta el empeño y solamente la paciencia lo termina.
Y sino que se lo pregunten a uno de los 171.900 parados gallegos de larga duración -que representan un 60,5% del total de desempleados; colectivo, por cierto, que ha aumentado un 625% desde que empezó la crisis- que revela las tremendas dificultades que tienen los mayores de 45 años para encontrar empleo. O a las casi 94.000 familias gallegas que tienen a todos sus miembros sin trabajo, por no decir a esos más de 112.000 parados gallegos que no cobran alguna prestación -113.000, según el Inem y 181.000, según la EPA-.
Pese a que algunos indicadores apuntan hacia un cambio de tendencia, como dice el iluminado De Guindos, lo cierto es que en todo el país sigue habiendo casi cinco millones de desempleados. Y también lo es que la reforma laboral, esa que según el Gobierno iba a evitar que continuara creciendo el número de parados, en realidad solo parece haber servido para crear más desempleo porque el despido es fácil y barato. Será legal, porque así lo avala el Tribunal Constitucional, pero parece profundamente injusta y lo cierto es que está teniendo efectos devastadores.
Hay trabajadores, esos casi 32.000 gallegos, que están por encima de los 55 años y que con esa misma reforma laboral se quedan en la calle con indemnizaciones ridículas y la angustia de saber que difícilmente volverán a la actividad laboral. Indemnizaciones que además tienen un tratamiento fiscal que agrava el problema. Hay además muchos jóvenes, talento en estado puro, que se ven obligados a emigrar en busca de una oportunidad que aquí se les niega. Y, entre lo que queda, la mayoría de los sueldos son mileuristas en una situación de resignación, silencio y paciencia porque más vale tener un trabajo aunque sea mal pagado que estar en el paro.
El desempleo está vinculado directamente a la crisis y no puede resolverse si no es regresando al crecimiento económico, aunque pueda paliarse solo relativamente mediante determinadas políticas activas que, está claro, son insuficientes.
Parece que De Guindo no se ha enterado que el problema -que también- no es el temor a perder el puesto de trabajo, sino encontrar empleo para una legión de parados. Claro que para eso está el presidente, porque para Rajoy la crisis es historia del pasado.
Vamos, volvemos a lo de siempre: Nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis. Pero es lo que tenemos.