Parece evidente que en un contexto de dificultad económica y horizontes plomizos, cada sector industrial tiene una abultada lista de prioridades y peticiones específicas para el Gobierno autonómico. Pese a ello, existen unas líneas maestras que dibujan lo que ahora mismo las empresas gallegas esperan de este Ejecutivo: un apoyo decidido.
El anuncio del presidente Feijóo desde el mismo París supone un triunfo de la apuesta decidida del Gobierno gallego para traer a Vigo la fabricación de la nueva furgoneta de Citroën. Pero esa apuesta también hay que reconocerla, doblemente, a los trabajadores de la factoría de Balaídos. Porque fueron ellos, con unos duros recortes laborales y salariales, los que han logrado que Vigo siga siendo el pilar de la industria gallega, al menos en el sector de automoción.
El esfuerzo del Ejecutivo de Feijóo a favor del sector del automóvil, además de su propia importancia intrínseca para la economía gallega, debe responder también a la apuesta que otras multinacionales tiene con Galicia, así como paliar la situación de varias empresas, que se han visto obligadas a ajustar sus plantillas o amenazan con cerrar por la caída de la demanda o los elevados costes que tienen que soportar.
La adjudicación por parte de Citroën del proyecto K-9 a la factoría de Vigo con aires de sainete sirve, en cualquier caso, para contrastar un par de evidencias. La primera, que en los temas de interés general la coordinación de la Administración con las empresas es básica. La segunda, que las ayudas siguen siendo desiguales y crean una polémica que no se pierde en el tiempo, como, por ejemplo, en los casos de Alcoa o Megasa.
Es evidente que la mediación del Ejecutivo de Feijóo hizo cambiar de marcha al sector de automoción. Pero es necesario que el presidente se implique con esas otras empresas para que la industria gallega alcance la velocidad de crucero deseada.