Radiografía de país
Galicia va camino de quedar como un solar. Han desaparecido sociedades valoradas en más de 29.000 millones. Y la Xunta de viaje y con muchas promesas.
Para todo hay que tener memoria. No histórica (que también), sino la real. La memoria nos dice que hace muchos años el país no atravesaba por momentos tan críticos. Sí, críticos en todo: económicos, políticos, sociales, morales y de identidad de Estado. Vamos, todo lo que cabe en el cajón de sastre.
El Gobierno, que ya está en plena campaña electoral, se dedica a gobernar a golpe de decreto o continuar con las reformas, como la última fiscal anunciada para 2015. Malo para su credibilidad y malo para el país. Y la oposición, toda la oposición, a poner palos en las ruedas del carro.
Por si fuera poco, la Comunidad gallega va camino de quedar como un solar empresarial e industrial. En la última década han desaparecido de Galicia sociedades valoradas en más de 29.000 millones de euros. Y por muchos viajes al exterior y muchas promesas, aún no sabemos nada de los barcos de Pemex, de la acuicultura japonesa o de la industria del automóvil alemán. Y ahora nos vienen con lo de Alcoa.
Y lo peor de todo es que el Gobierno autonómico se dedica a anunciar, pero no a poner fin a esta sangría. El resultado: volver a ser una Comunidad subsidiada. Por mucho maquillaje que se le ponga.
Para colmo de nuestros males, la corrupción ha crecido al mismo tiempo que se agravaba la crisis. Una práctica que salpica a todos los sectores y a todos los agentes que pululan por la amplia geografía patria.
Pues bien, así es la radiografía. Tenemos más de un centenar de imputados que están tocados por una cosa que llaman Pokémon y sus largas ramificaciones. Otro centenar entre los casos aún sin cerrar como son las tramas Orquesta, Patos, Pulpo o Campeón. A los que hay que sumar el grupo de imputados selectivos de la operación Zeta, lo que convierte a Galicia en una de las comunidades con más casos de corrupción de una España situada entre los países más corruptos de Europa.
Una vergüenza sin paliativos. La crisis que padecemos se debe, en parte, a la falta de ética y a las prácticas fraudulentas que, en determinados ambientes, han llegado a ser bien vistas e identificadas como un rasgo de inteligencia. ¡Vaya país!
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