La extravagancia de nuestros políticos siempre me ha producido una mezcla de diversión y estupor, por eso llama la atención que ahora, todos, y de todos los partidos, tiemblen por el anunciado que hace Alcoa de un posible cierre de su planta coruñesa. Acaso no se acuerdan que la crisis de la industria -de la poca y raquítica industria gallega- dura décadas. Por eso, urgen las respuestas necesarias por parte de la Xunta, antes de que se concreten algo más que simples anuncios el futuro de una de una de las principales fuentes de actividad industrial coruñesa.
Hay que recordar que elementos vitales para la economía gallega, como los sectores primario y naval, fueron brutalmente agredidos en el proceso de adhesión a la Comunidad Europea. Antes, la reconversión de los astilleros dejó en la calle a miles de trabajadores y a las factorías sin carga de trabajo. Situación que hoy día es más dramática.
La reducción del déficit público, el impulso a la competencia y la eficacia fueron, entre otros, los argumentos que impulsaron hace tres décadas la reconversión industrial y el inicio de un proceso privatizador de las empresas públicas, que arrancó de las manos de los gobiernos socialistas, como es el caso de la propia Alcoa (antes Aluminios y después Inespal). Eran tiempos de bonanza, no como ahora con la crisis económica.
Es necesario, por tanto, buscar alternativas viables para la permanencia de empresas como Alcoa en comarcas que, como la coruñesa, fueron azotadas por una deslocalización traumática, cierres o ventas de bajo coste. Por eso, es imprescindible que el Gobierno de España promueva temporalmente un nuevo marco regulatorio que aporte estabilidad al futuro de 500 familias que trabajan en la planta del Polígono de A Grela.
Ni Coruña ni Galicia pueden sufrir más agresiones industriales. Y tanto la Xunta como el Ayuntamiento coruñés deben hacer lo posible por frenar este tipo de procesos de desindustrialización.