Inasequible al cansancio y por supuesto al desaliento, Pilar de Lara recorre como puede las últimas etapas de una Galicia gravemente herida por la corrupción. La juez, que ha encausado a un buen número de políticos presuntamente fulleros, lleva mucho tiempo en la tarea de investigar lo que va quedando de aquella Galicia, que pasó del caciquismo clásico a una alarma social provocada por escandalosos casos de corrupción.
De Lara dio un golpe de timón en la trama de la operación Pokémon el día que decidió trocear el sumario para agilizar la causa y sentar en el banquillo a más de un centenar de imputados. Y ese día empezó el verdadero calvario para la magistrada. Porque la Justicia en este país no es independiente.
Advertíamos a principios de este verano que la juez, en la recta final de la instrucción, tropezaría con el poder político. Y no nos hemos equivocado.
Dada la trascendencia de la trama y, por supuesto, de los imputados, la plana mayor de los partidos ha diseñado una campaña de acoso y derribo que en algunos casos ya se está proyectando minuciosamente sobre la juez.
La operación ha sido perfectamente planificada por los estrategas de los partidos para acabar, de una vez por todas, con esa amenaza latente que se cierne día a día sobre los imputados, cuyos efectos colaterales pueden pasar factura a los propios partidos.
En principio, el objetivo era el de reeditar la estrategia utilizada sobre la juez Estela San José en el caso de las multas que, curiosamente, terminó con la nulidad del proceso. Para ello, se utilizaron las sonadas filtraciones del sumario para difundir duras y graves críticas a la falta de rigor de la juez De Lara.
No funcionó el plan. Ahora se pretende la segunda parte de la campaña: aplicar el dicho de "a enemigo que huye, puente de plata" tratando de apartarla del caso en la recta final del proceso. También lo habíamos advertido al comienzo del verano.