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Canibalismo político

Ningún partido se queda atrás. Todos se tiran los casos de corrupción a la cabeza y empiezan a aparecer episodios de intoxicación y de guerra sucia.

En un momento en que la corrupción carcome a una sociedad cada día más alejada de la clase política en general y profundamente decepcionada de algunos funcionarios, se aprecia la destrucción sistemática del oponente, incluso en lo personal. Sin embargo, para combatirla, así como para impedir que en los próximos comicios se dispare aún más la abstención, se echa en falta un liderazgo que explique a la ciudadanía que la política no es el problema, sino la solución, y que infunda ánimos para que la gente no se hunda en el desencanto.

En lugar de eso, ningún partido -grande o pequeño- se queda a la cola. Todos se tiran los casos de corrupción a la cabeza y empiezan a aparecer episodios de intoxicación y de guerra sucia.

El Ejecutivo gallego y la oposición -más bien PP y PSOE- entraron en una dinámica que en nada favorece la desafección que tiene la ciudadanía hacia los políticos. Caer en una guerra de cifras sobre las ayudas poco claras a empresas inmersas en la investigación del caso Zeta, confunden a una sociedad que se vuelve cada día más desconfiada.

En vez de esas descalificaciones personales, PP y PSOE tienen la obligación de mostrar la coherencia y la responsabilidad política que les ha dado la ciudadanía para que sepamos cuánto dinero público y cómo se lo han dado a las empresas investigadas por la trama de los cursos de formación.

Es hora de terminar con este verdadero canibalismo político para dar paso al real sentido que debe tener la política, respetando al adversario, mostrando públicamente los hechos, que es lo que realmente interesa, y terminar con esta guerra sucia que parece haberse declarado. Un factor negativo que conduce al canibalismo político, peligroso en estos tiempos.

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