Era sabido desde hace tiempo, pero ahora ya es oficial. Francisco Caamaño abandona la dirección provincial del PSOE coruñés -no su acta en O Hórreo-. No sabemos si es para regresar a su cátedra valenciana o para seguir levantando la mano o pulsando el dedo en la Cámara gallega.
Después de un tenso rifirrafe con el secretario general del PSdeG -que pedía su cese a través de los medios- como consecuencia de sus críticas por el "amaño" -el de Besteiro, claro- de la asamblea coruñesa para la elección de delegados al congreso de Pedro Sánchez -no confundir con el del PSOE-, el presidente de la Diputación lucense -implicado él en la trama que investiga la juez De Lara- armó un equipo para derribar al exministro de Justicia por su incontenida rebeldía.
Cabeza de cartel por la provincia coruñesa en las pasadas autonómicas, perdió la confianza de un aspirante a barón por denunciar los "pisos patera" de Santiago. El "autoritarismo" y "sectarismo" del lucense, generando un agrio debate interno que se libró -como le gusta a Besterio y a sus personales asesores de prensa- a través de los medios de comunicación, terminó con un pacto a la gallega. Que no sabemos, ni sabremos en qué consiste.
Ya entonces el grupo provincial del PSOE coruñés se había dividido en dos bandos: por un lado, la portavoz municipal coruñesa, Mar Barcón -que le gusta estar en todos los rasaos, menos en los que debe estar-, y otro con los afines a Caamaño. Ahora, como con la opacidad de los monaguillos que beben el vino del cura a escondidas, ambas partes están en la órbita del buen vicario; es decir, de Besteiro.
La gota que colmó el vaso fue la actitud del secretario general del PSdeG, incapaz de dirigir un partido roto en cada rincón de Galicia, y de establecer unos criterios de coordinación para que esto no se le vaya de las manos.
Es cierto que nunca hubo buen rollo entre Besteiro y Caamaño. Entre otras cosas, porque el lucense ha cambiado de caballo a media carrera. Pasó el potro de Madina al percherón de Sánchez. Caamaño, no; se quedó con el potro. Y eso pasa factura. Una factura que emite Ferraz y que entrega el botones de turno. Aunque en este caso no fue el célebre Sacarino de Paco Ibáñez, sino un huésped de O Pino imitando a don Mario en su genial obra El Gran Hotel.
Y ya se sabe, con la misiva también llega la caída de un rebelde. Porque aunque parezca paradójico, en el actual PSOE también hay rebeldes con la cabeza amueblada. Lo que no sabemos es si con causa o sin ella.