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Espectáculo en O Hórreo

Estos políticos, como los que moran en O Hórreo, deben darse cuenta que tienen que romper las cadenas que sujetan su estupidez.

Después de las lindezas oídas en el Parlamento gallego, donde no ha faltado lo de tonto útil, gilipollas o chonis, me acuerdo de mi maestro. Decía el viejo profesor que los caciques, al igual que los zorros, son los personajes más divertidos de nuestra literatura folclórica, pero en ocasiones los zorros se convierten en lobos.

Sin duda, algunos de los personajes de la policía gallega no cesan de ponerle velas al extinto profesor, pues su sabía reflexión podría verse reflejada en nuestros días.

El espectáculo que dan nuestros representantes en la Cámara es propio de tabernas nocturnas o de vodeviles de baja monta. Pero ahí están y, pese a las necesidades del pueblo, ellos cobran unos buenos sueldos pagados con nuestros impuestos que ellos mismo, para eso sí, se ponen de acuerdo.

Hoy el ciudadano ha perdido toda la confianza en la política y en los políticos, sin darse cuenta que para vivir en democracia hace falta política y políticos; pero estos ejemplares, digo los políticos -como los que moran en O Hórreo-, deben darse cuenta que tienen que romper las cadenas que sujetan su estupidez. Es la única forma que tienen de recuperar la credibilidad y prestigio.

Desgraciadamente, además de los descalificativos impropios de quienes nos representan, el simplismo ha llegado a interpretar que si la mayoría pacta con la minoría, lo que en realidad está haciendo es darle fuerza a quienes han perdido las elecciones. Y si la minoría pacta con la mayoría, se quedará sin discurso y por tanto anulada.

Como ven, vamos directos hacia un precipicio. Y es que el desprestigio y animadversión que la sociedad tiene del político y la política se incrementa a cuotas exponenciales de difícil retorno. Y menos con los espectáculos que ofrecen en O Hórreo.

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