Cuando Franklin D. Roosevelt ideó aquello de los cien días para tranquilizar a los ciudadanos, no pensó en Santiago. Claro. El presidente yanqui, supongo, no conocía que existía la ciudad del Apóstol. La teoría del político norteamericano, el mismo que sacó a su país de la Crisis del 29, consiste en demostrar que 100 días es el periodo adecuado para saber si un líder está capacitado para gestionar una transición; algo estéril en la política municipal compostelana. Porque sus mandatarios son, como se ha demostrado, los únicos que tropiezan más de dos veces en la misma piedra.
Es lo que podemos decir de la herencia que han dejado dos ejemplares de la triste fauna santiaguesa. Un legado que, por su gravedad y consecuencias, se parce más a la célebre fábula del asno erudito, cuyo rebuzno, por desgracias, afecta a toda la ciudadanía. Así son las cosas en la capital gallega.
Pero vayamos por partes. Habrá que esperar los cien primeros días para hacer un balance de la tercera renovación del gobierno local y primero de la era Hernández para ver si no se vuelve a repetir el cancionero de Conde Roa y Currás. No en lo ajeno a la política, que lo damos por descontado, sino en su eficacia para gestionar y tranquilizar a una ciudad sin gobernabilidad.
Lo que sí es cierto es que el Ayuntamiento se ahoga. No por la crisis, que también, sino por la ingobernabilidad y por el descrédito que el grupo de gobierno se ha ganado a pulso.
Algo que parece difícil con la "profesionalización" de los políticos locales. Como Currás, que ha perdido el bastón de mando en plaza, pero supo mantener la paga de dedicación exclusiva; que es lo que vale.
Por eso, con ciertos personajes todo es posible. Hasta el propio asno erudito, que al ver el papel y luego se arrepintió de saber leer, algunos podrían tomar nota de esta bella fábula de tan noble animal.