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Los herederos

La adopción de los hijos políticos trae, a veces, algunos problemas. El problema de Orense es tan insostenible hoy como lo fue ayer.

El control de los partidos y la sucesión de sus líderes son temas, a veces, de rupturas y divorcios. Claro que para que se den estos casos antes tiene que haber una boda de cuya unión saldrán unos hijos.

Y es aquí donde entra esa disyuntiva. Pues la relación entre padres e hijos está basada totalmente en la mitología. Pero debido a las diferencias que existen entre ambos, los padres políticos suelen usar los mitos y las palabras. Es decir, hablar de sus gloriosas hazañas de lo público, que es lo de todos, para explicar a sus hijos sucesores los misterios de la vida.

Posiblemente, así fue como surgieron las muchas variantes sobre el origen de los nuevos líderes, que bien podrían ser nuevas versiones que van desde la desgastada cigüeña hasta la más sofisticada biomedicina.

Pero la adopción de los hijos políticos trae, a veces, algunos problemas. Orense, como en tantas otras zonas de la geografía, está acostumbrada a demasiadas promesas y alianzas políticas de conveniencia, a retrógradas que ahora se escudan tras la palabra justicia.

A diario nos encontramos con un nuevo escándalo (prevaricaciones, planes urbanísticos, enchufismos o empresas fantasmas), y uno se pregunta hasta cuándo. Y miramos a los acusadores de antaño convertidos en prófugos de hoy. Sólo hay que mirarles para descubrir que todos éstos, que aquí se insultan, tienen una larga y azarosa historia en común.

Como Baltar junior que, tras imponer un código ético -con firma socialista-, despidió a 25 trabajadores de la Diputación. Eso sí, como buen hijo heredero esgrime que fue una decisión durísima. Tan durísima que ahora se reserva medio millón de euros de todos los contribuyentes por si los tribunales no le dan la razón.

El problema de Orense es tan insostenible hoy como lo fue ayer. Con lo que no cuentan estos beneficiados, es que la maquinaria judicial está acabando con las herramientas que los acuciosos e inteligentes herederos inventan para pasar el testigo a un futuro vástago. Es el fin de la dinastía.

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