Además de crisis económica y ética, los líos de la financiación y la territorialidad, que no es otra cosa que un desastroso modelo de Estado diseñado por unos descerebrado, y mil cosas más, los ciudadanos están hasta el gorro.
La reactivación del sector naval y la prometida reindustrialización de las zonas deprimidas, más de lo mismo. Que es lo de siempre. Incluso, ahora, nos dicen que tendremos AVE a todas partes. Pero en el fondo, solo somos eso: observadores de lo que nos prometen los unos y los otros. Mientras, aquí no se mueve una pluma. Solo somos simples oteadores de ese gran circo de la retórica y de la falsa promesa.
En esta parte de España, los prohombres de la economía y de la política prefieren quedarse a la zaga antes que arriesgarse a salir adelante. Actualmente, Galicia solo tiene la DO de calidad de observador en el mercado, y es observadora en el concierto nacional.
Un grupo de no sé qué (sectarios, por cierto) piden que se aproveche el caso catalán para impulsar una consulta soberanista.
Por todo esto y más hacemos el papel de observadores, incluso de la defunción de las grandes empresas nacidas aquí, y que se las llevan a comunidades más ricas para hacerlas más ricas.
Es urgente dejar de ser simples ojeadores de grandes proyectos de desarrollo. Cuando quieren, los de siempre, nos colocan la etiqueta de ser una Comunidad enclaustrada en el noroeste peninsular, pero no es así. Por eso, Galicia debería ser, al contrario de lo que dicen los que manejan ese gran circo, la Comunidad que participe activamente en todos los proyectos de industrialización.
Es preciso salir de una vez y cuanto antes de ese círculo de pasividad. Es preciso afrontar las cosas como son si realmente queremos subirnos al tren de las comunidades más competitivas, y dejar de jugar al papel de simples observadores.