Ya estamos listos de repasar para todos ustedes la actualidad agropecuaria de la semana. Contentos de volver a anunciarles que los siguientes días seguirán estando pasado por agua. Más que necesaria porque a pesar de todo lo que ha llovido los embalses apenas han aumentado la reserva hídrica un 1% hasta el 35,6% de su capacidad. Mucho tiene que seguir lloviendo, y bien llovido para dar por terminado con este prolongado periodo de sequía, el peor desde los años sesenta del siglo pasado.
Y digo bien llovido porque aunque todo apunta a que esta semana que viene nos atravesará un río atmosférico hay que cruzar para los dedos para no vaya acompañado de fuertes vientos como los que traía la borrasca Bertrand que ha arrasado olivares de Huelva y muchas infraestructuras de frutas rojos con los arándanos y frambuesas casi a punto de recolectar. Nunca llueve a gusto de todos, esa es la verdad pero que bien que llueva.
Ya les contamos que la semana pasada, desde el 16 de octubre, las comunidades autónomas pueden empezar a abonar los anticipos de la política agraria. Una nueva PAC, de las más significativas en sus más de 60 años de historia, con cambios importantes tanto para los Estados miembros como para los receptores de ayudas, y con novedades importantes como los ecorregímenes. Lo que no ha resultado es ni más justa ni simplificada, hasta el punto que para evaluar su eficacia ha sido necesario un desarrollo de la mano del Consejo Superior de Investigaciones Científicas que ha presentado su Plan de evaluación esta misma semana y que, para algunas regiones como Andalucía ya apunta algunas consecuencias de esta política tan tan verde que les ha recortado 500 millones en ayudas: Los cultivos más castigados por la nueva PAC son los de secano (750.000 ha. perderán un 30% de sus ayudas), el olivar (700.000 ha. sufrirán una merma del 25%) y el regadío andaluz, con pérdidas de entre un 30 y un 40%.
Mientras en Bruselas se sigue avanzando en esa propuesta para mantener el glifosato ( un fitosanitario sin alternativa para combatir las malas hierbas) se permita durante 10 años más. Medida ya respaldada en la Comisión de Agricultura del Parlamento Europeo, esta misma semana por la de Medio Ambiente, todo un logro, y por el ministro del ramo Luis Planas. Claro que eso fue antes de que Psoe y Sumar llegaran a un acuerdo de legislatura y ya sabemos que los de Yolanda quieren acabar con todo lo que produzca en el campo así que uno de sus caballos de batalla además de la carne será también prohibir el glifosato.
Y mientras el ganado vacuno sigue anotando bajas por la enfermedad hemorrágica epizoótica sin que se arbitren mecanismos conjuntos de gestión y protocolos de actuación para dar seguridad a los ganaderos. A ver si ahora que la enfermedad ha llegado a Francia se toman cartas en el asunto desde Europa porque en España parece que lo que le pase a nuestra ganadería es intrascendente.
No piensan lo mismo los ganaderos y agricultores castellanomanchegos que hartos de ver como les dirigen desde los despachos quieren alzar la voz por sí mismos y hoy nos vienen a contar sus cuitas desde Cuenca.
Y todo esto acabará con la venganza del campo, que es el título de un ensayo escrito por Manuel Pimentel en el que se pregunta ¿Por qué el sector primario es pisoteado y perseguido por la misma sociedad a la que da de comer? Y anticipa que en los países desarrollados, la alimentación pesará más en la cesta de la compra, lo que, en estos momentos inflacionarios, en los que los precios suben más que los salarios, supondrá un enorme esfuerzo para las familias con salarios más bajos. Nos habíamos acostumbrado a precios agrarios históricamente bajos y las subidas llegan en el momento más inoportuno.
Y a las puertas del día de todos los santos, además de calabazas, flores y huesos y buñuelos es tiempo de magostos y calvotadas: tiempo de castañas, tras una de las peores cosechas que se recuerdan en gran parte de España por la sequía y el calor excesivo.
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