Lo recóndito del lugar convierte a Ourol en un lugar propicio para el descanso y la contemplación. Uno de los motivos para visitarlo es su mágica vegetación.
El municipio se enclava en un paraíso de extensos bosques, mágicas montañas y cursos de agua que crean incesantes cascadas o “fervenzas”. En la sierra de O Xistral pueden verse caballos salvajes, mientras que en la de Sabucedo se obtienen preciosas panorámicas de toda la comarca. E incluso en el paseo da Rega, las montañas se tiñen de verde.
Aparte tenemos una rica arquitectura religiosa, prueba de ello son los ochos templos, algunos de ellos escondidos entre la densa vegetación. La iglesia de Ambosores o Santa María de Ourol son dos muestras de ese intenso latir rural gallego. Hace más de un siglo, algunos indianos retornaron desde América y construyeron palacetes en los que instalarse que aún hoy impresionan a quien pase por estas tierras. Para muestra, el eclecticismo del de Carballido que quizás es el más emblemático. Su ornamentación, sus luminosas galerías y sus balcones crean una belleza registrada en la partitura de una gran sinfonía visual.
El municipio de Ourol cuenta con un interesante patrimonio etnográfico. Además de sus 71 molinos, existen interesantes yacimientos como el de Mámoa Penido Vello. Aunque nos encontremos a miles de kilómetros, el hechizo de Ourol siempre nos atrapa.
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