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La cumbre final de Beethoven

Noveno programa homenaje a la figura de Beethoven en el 250 aniversario de su nacimiento. 

El audio empezará a sonar cuando acabe el anuncio

El especial de Música y Letra dedicado a la figura de Beethoven está llegando a su fin y, por eso, en el noveno y penúltimo programa, Andrés Amorós ha querido comenzar a centrarse en la etapa más tardía del compositor alemán, “aquellas piezas últimas con las que terminó de superar a su tiempo y al propio Romanticismo”, según sus palabras. “El momento en el que se abrió definitivamente a algo mucho más contemporáneo”. Un apartado no centrado en ningún género musical concreto, al que el crítico ha bautizado como su “cumbre final”.

La primera de ellas ha sido la sonata Hammerklavier, “una de las obras más difíciles de toda la historia de la música para piano”. Fue compuesta para un tipo de piano especial, también llamado “piano de martillos”, y fue desde el comienzo “absolutamente revolucionaria y deslumbrante”. Según ha explicado el crítico, se trata de una pieza de una complejidad endiablada, que durante mucho tiempo fue considerada, directamente, intocable, y que, precisamente por eso, se estableció como una verdadera “piedra de toque”; “el examen que han tenido que pasar todos los grandes pianistas de la historia desde entonces”. En resumidas cuentas, lo que representa podría definirse con una afirmación muy concreta de Amorós: “Una obra muy querida por el público, pero no tanto por los pianistas, que conocen su dificultad”. 

Escrita en 1818, cuando Beethoven contaba con cincuenta años y ya se había quedado completamente sordo. Al terminarla, parecer ser, “según cuentan, que el maestro dijo: ‘Ya sé componer’”. También que era consciente de que permanecería prácticamente sin representarse hasta cincuenta años después. “Fue Liszt , el gran virtuoso, el primer grande que logró triunfar con ella”. Se trata, simplemente, de la composición que “parece superar todos los límites del piano y del Romanticismo: por la hondura y por la complejidad”. Emil Guilels dijo de ella que era “un verdadero caballo de batalla”. Durante el programa se han escuchado el tiempo primero y el cuarto, ambos a cargo del pianista italiano, “cercano a la perfección”, Maurizio Pollini

Para acabar, el crítico se ha centrado en la Misa Solemnis compuesta en 1823, “sólo cuatro años antes de que falleciera”. Se trata de una “obra monumental, de una hora y veinte de duración”, que fue estrenada en 1824. “Furtwängler, el gran director beethoveniano, en un momento dado la dejó, dijo que se consideraba incapaz de dirigirla”. Además, consideraba que se trataba de “lo mejor de Beethoven”, sin más. Por otro lado, Bruno Walter describió su composición como “el momento en el que Beethoven bajó a lo más profundo de los abismos”. En el programa, primero, se ha escuchado su tiempo segundo, el Gloria, “en una versión histórica sacada directamente de un disco de vinilo”, la de la Orquesta Sinfónica de Viena dirigida por Otto Klemperer

Después ha sonado el tiempo quinto, el Agnus Dei, que, “más allá de la melodía, constituye un mensaje de absoluta humanidad”. Amorós ha recordado a los oyentes que Beethoven no tenía una religiosidad demasiado ortodoxa, pero que de todas formas sí que vivía la religión profundamente, influenciado por místicos y por componentes de la cultura asiática, “además de, evidentemente, el protestantismo”. En ese sentido, esta Misa Solemnis, es “el ser humano dirigiéndose a Dios”, aunque “no a la manera de Bach”, sino de una forma distinta. “Su mensaje final podría ser: ‘Dios es amor, pero el mundo es cruel; por eso, le pedimos ayuda’”. La versión que ha sonado ha sido la de Karajan dirigiendo a la Filarmónica de Berlín.

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