Esta semana, Nuria Richart y Domingo Soriano se meten en otro charco: el PIN parental, una de las polémicas que más ruido han generado en los últimos meses. Todo comenzó en Murcia, donde VOX ha exigido que los padres puedan decidir si sus hijos asisten a las actividades complementarias (que no son clases convencionales, pero sí son obligatorias y forma parte del contenido curricular). La izquierda, con el Gobierno a la cabeza, ha anunciado que recurrirá esta medida y que todos los alumnos tienen derecho a recibir los contenidos que sus profesores decidan, tanto si sus padres quieren como si no (en el siguiente enlace, puedes encontrar todos los podcast de Economía para quedarte sin amigos).
En medio de todo el ruido generado, hay numerosas cuestiones que no se terminan de explicar. Por ejemplo: muchos padres creen que el PIN parental hace referencia a actividades extracurriculares. Y no es así: hablamos de esas actividades complementarias (desde una salida al teatro hasta una charla de los bomberos de la localidad) que todos los alumnos deben cursar.
Aquí llega la segunda pregunta: ¿quién tiene la decisión final sobre esas actividades? ¿Qué grado de control existe sobre los profesores o los colegios? ¿Tienen margen de maniobra los padres para oponerse a actividades que crean que entran en contradicción con sus creencias? ¿Hay algún límite en este tipo de charlas? ¿El PIN es posible o sería el inicio de una educación a la carta?
También hay otra forma de ver esta polémica: los que critican el PIN parental, ¿lo hacen por convicción o porque creen que las actividades más habituales en la actualidad las organizan casi siempre los suyos? Por ejemplo, ¿qué diría la izquierda si un colegio organizase charlas sobre educación financiera, sobre el comunismo o sobre una visión cristiana de la historia de Europa?
Y una cuestión peliaguda, que casi nadie plantea en voz alta: ¿cuánta ideología hay en las asignaturas convencionales y en los libros de texto? ¿Usan algunos profesores (los menos, eso es cierto) su posición y su estatus para adoctrinar a sus alumnos?
Sobre todo esto discuten esta semana Richart y Soriano. Y plantean propuestas que no gustarán a nadie: por un lado, más autonomía para los profesores. Por el otro, el control último por parte de los padres que no se traduce tanto en el famoso PIN, como en la posibilidad de decidir a qué escuela quieren que vayan sus hijos. Y el gran tabú del que nadie habla: ¿esa libertad de catedra que exigen los profesores debe ir ligada a un control sobre los resultados de su trabajo? ¿Hay alguna forma de exigir responsabilidades a los profesores que hagan mal su trabajo? ¿Cómo pueden los padres y los colegios premiar (o castigar) a los profesores que destaquen (o que incumplan sus obligaciones)?
Para aquellos que quieran más información, aquí les dejamos algunos links interesantes:
- Noticia de La Verdad de Murcia, mucho antes de que saltar la polémica a nivel nacional, sobre lo que implica la medida
- Documento de la Junta de Andalucía sobre actividades complementarias y extracurriculares
- Algunos links a páginas webs de colegios e institutos madrileños con un listado de las actividades programadas y las normas que se aplican a las mismas (1, 2, 3, 4, 5, 6)
- Noticia de Libertad Digital – El día que Podemos echó en falta el PIN parental
- Noticia de El Periódico – La Comunidad de Madrid responde a Vox que no tiene los listados sobre las charlas LGTBI en los colegios
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