Noya es algo más que empanadas de berberechos con masa de maíz. Destaca por sus muchas pastelerías y por su localización geográfica en la desembocadura del río Tambre: durante la Edad Media estuvo considerada como el puerto de Santiago de Compostela (está a tan solo 20 km).
Imprescindible:
Visitar la iglesia de Santa María a Nova, la Nueva, casi empotrada entre edificios. Hoy es un museo que alberga más de 500 lápidas funerarias de los siglos XIV al XVII, muchas de ellas amontonadas en la parte trasera de la iglesia.
La imagen es impactante, porque no existe en toda Europa una aglomeración mayor de lápidas antiguas. Muchas ya ni siquiera conservan inscripciones, pero en otras podemos ver grabaciones de gremios, escudos… La más famosa es la lápida del peregrino.
Aquí también encontraremos el sarcófago del comerciante Ioan Estivadas, que según la novela El ángel perdido, perteneció a Noé.
Tenemos que visitar también el casco antiguo de Noya, declarado conjunto histórico artístico. Está repleto de casas de estilo gótico marinero y escudos nobiliarios.
Aquí encontraremos la segunda joya arquitectónica de esta localidad, la iglesia de San Martín, del sigo XV, que tiene aspecto de fortaleza y una figura poco habitual: la de la Virgen embarazada.
Una leyenda envuelve al templo, que sólo tiene una torre porque se dijo que no podía rivalizar con la catedral de Santiago, y que caería una maldición sobre quien osara construirla. Maldiciones, o no, lo cierto es que desde su única torre se precipitó al vacío el cineasta Claudio Guerín en 1973, tras haberla recreado en cartón piedra para el rodaje de su película La campana del invierno. Una pequeña cruz grabada en el suelo recuerda el lugar exacto en el que cayó muerto.
Por su parte, en la parte más elevada de Noya se encuentran los restos de la Fortaleza de Tapal y las antiguas murallas medievales. Junto a él, el Pazo de los Churruchaos, una de las numerosas casonas solariegas o pazos de origen gótico con los que cuenta la villa, como la Casa da Xouva o el Pazo Dacosta, entre otras.
¿Dónde comer?
O Forno. No es el marisco más fino del mundo, pero está rico y a un precio imbatible, en menús de 15 y 20 euros por persona, que con vino y postre no harán subir la cuenta más allá de los 30 euros por barba. Eso, con navajas, calamares o buey de mar de primero, y carnes rojas o bacalao a la plancha de segundo. Se remata con una buena tarta de queso.
Elisardo. Otra mesa marinera donde los precios están al nivel del mar. El menú mariscada incluye navajas, mejillones, almejas a la marinera y, por desdicha, alguno llegado evidentemente desde mares lejanos, como los langostinos. Buenos sargos al horno, que son aventajados sustitutos del besugo. Aquí el postre estrella es el flan de queso.
Muiño (a 7 kms., en Esteiro). La gran mesa de la zona es Muiño, donde se ve un salto de calidad evidente en la materia prima utilizada. Cocina gallega sin sorpresas, desde los mariscos, incluidala langosta de la ría, a las carnes asadas 'a la piedra', pasando por excelentes lenguados y rodaballos. La estrella indiscutida, sin embargo, es el bogavante con arroz.
Beber
Aquí estamos bien cerca de las Rías Baixas, con sus magníficos albariños: por ejemplo, los de Forjas del Salnés o de Eulogio Pomares Zárate. Pero en la provincia de La Coruña, un poco más al norte, se están haciendo vinos de otra uva que suena igual pero es bien distinta, el albarín o branco lexítimo. Si encuentran, por ejemplo, uno de José Crusat, pruébenlo.
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