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De aquí para allá: La Haya

Isabel González y Víctor de la Serna hablan de La Haya, de su gastronomía y de lo que hay que hacer y visitar en esta ciudad holandesa.

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Antes de comenzar nuestra visita, una recomendación: hacerse con un bono turístico que nos permitirá visitar varios museos en La Haya y la cercana Delft, además de no tener que pagar transporte. Cuesta 39 euros.

A partir de ese momento no podemos perdernos:

La Haya, conocida como la Residencia Real, cuenta con muchas plazas bonitas cargadas de historia. Destaca la Binnenhof, con los edificios del Senado y el Congreso del Parlamento y la «Pequeña Torre», donde vive el primer ministro.

Por el Parlamento podemos realizar una visita guiada siempre que no coincida con una reunión política. OJO: por los Palacios NO (el de la Reina Beatriz y la sede de trabajo del rey Guillermo).

También hay pequeños cruceros por los canales.

La Real Pinacoteca Mauritshuis. Dispone de una maravillosa colección de arte de los grandes maestros de los siglos XVII y XVIII y su pieza estrella es el cuadro "La joven de la perla"de Johannes Vermeer (la Mona Lisa holandesa). Pero también tenemos Rembrandt, Rubens o Jan Brueghel.

Si nos gusta Mondrian, el Museo Municipal.

No sólo para niños, también maravillará a los adultos: Madurodam. El famosísimo parque en miniatura que caracteriza a Holanda y que reproduce en miniatura el país entero. Además es interactivo (permite descargar un carguero en el muelle de Rotterdam, por ejemplo).

Aprovechemos que la primavera está a la vuelta de la esquina para visitar el PARQUE Keukenhof. Dicen que si no has visitado este parque no has visitado Holanda. Sólo abre entre marzo y mayo, y hay que comprar las entradas con antelación (15 euros) para ver los siete millones de flores, la mayoría de ellas tulipanes, que lo decoran. Espectáculo floral.

El Mercado de La Haya es el mercado al aire libre más grande de Europa. Este mercado, que en neerlandés se llama Haagse Markt. Podrás comprar prácticamente de todo los lunes, miércoles, viernes y sábados. Alrededor de 25.000 personas visitan el Mercado de La Haya cada día de mercado.

En Delft, a apenas quince kilómetros, merece la pena visitar la Iglesia Vieja, con una torre que se hunde, como la de Pisa. Es la foto clásica sobre el canal. La tumba de Vermeer está aquí.

¿De aquí para allá?

Garoeda. Hace casi medio siglo, dos jóvenes estudiantes de la Academia de Derecho Internacional quisieron invitar a cenar a la amable señora holandesa en cuya casa se alojaban, y ella eligió ir al Garoeda. Unos años antes, cuando la independencia de Indonesia, bastantes indonesios prefirieron emigrar a Holanda, y se instalaron ante todo en La Haya, donde desde entonces abundan los restaurantes con su cocina. Hoy como antaño, el amplio y elegante Garoeda, con sus plantas tropicales y nostálgico aire colonial, es el gran indonesio de la ciudad: prueben sus 'loempia' (rolltos) de camarones, su arroz frito especiado 'nasi goreng' con 'saté babi', o brocheta de cerdo y habrán viajado a un mundo que ya no existe.

Han Ting. Un restaurante moderno, muy en el espíritu de casas como DiverXO en Madrid, aunque en este caso con una sola estrella Michelin, que no está mal. Fusión entre la cocina europea actual y la china, con combinaciones tan sutiles como un 'caliente y frío' de vieira, cigala, naranjitas chinas, cebollino y quínoa tostada. O fletán con nueces, alubias pintas, piel de mandarina y colmenillas. O un postre con plátano, chocolate, ron, yogur, cacahuetes y maracuyá. ¡Curioso!

Basaal. Un restorantito encantador al borde de uno de los canales más románticos de La Haya, con precios mesurados. Sólo da cenas. Cocina moderna sencilla, desde las croquetas de cigalas con chiles, mayonesa al azafrán y ensalada, hasta un postre llamado 'Carajilloijsje', o helado de carajillo, a base de helado de moka, café exprés, brandy español y galletas de almendras.

Beber

Buena cerveza holandesa y aguardiente de enebro, claro, porque ésta no es tierra de vinos. Sí que hemos notado interés y cariño por los vinos sudafricanos, la mayoría producidos en El Cabo por familias de 'boers', de colonos de origen holandés.

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