Estamos en una ciudad catalogada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. En ella vamos a encontrar todas las etapas del arte reflejadas en sus monumentos que llegó a ser residencia de los reyes portugueses. Es lo que conocemos como ciudad museo, en la que tenemos que pasear para poder ver sus casas blancas decoradas con azulejos y los balcones de hierro forjado de la Rúa del 5 de octubre.
La Catedral, que empezó a construirse en el siglo XII originalmente en estilo románico pero fue reconstruída tres siglos después con estilo gótico, a caballo entre una seo y una fortaleza. En su torre está el Museo de Arte Sacro. Merece la pena subir para ver una panorámica muy fotográfica.
El Templo de Diana, del siglo II, con más de una docena de columnas corintias con basa y capitales de marmol de Estremoz.
La Iglesia de San Francisco, que alberga la famosa Capilla de los Huesos, uno de los sitios más espectaculares del mundo gracias a su decoración con con miles de calaveras y tibias humanas del siglo XVI.
El antiguo Palacio del Arzobispo, que hoy es Museo Regional. Podemos terminar en el Monasterio dos Loios, hoy convertido en Pousada, donde es posible tomarse una copa en su claustro o alojarse directamente.
Para niños: interesante llevarlos a ver los restos arquitectónicos del recinto de los Almendres, el mayor monumento megalítico de la Península Ibérica y uno de los monumentos más antiguos de la Humanidad.
¿Dónde comer?
Fialho. Un clásico desde hace ya más de 70 años, muy conocido en todo Portugal, fiel a la cocina alentejana, en la que se inscriben todos los platos: sopa de cazón, gambas empanadas, bacalao asado, pierna de de cabrito, medallones de cerdo ibérico con romero, merluza à Bulhão Pato, es decir, con ajo, limón y cilantro fresco. Los postres son todos regionales, como el torrão real, dulce conventual alentejano a base de almendras, huevos y nata.
Botequim da Mouraria. Apenas nuevo asientos, y Domingos y su mujer, Florbela, llevándolo todo en este bar antiguo y encantador. Buena cocina sencilla, entre regional y personal, preparada siempre en el acto, sin platos recalentados. Lleguen antes de las 7 de la tarde o no cenarán, eso sí. Queso al horno con orégano, revuelto de espárragos trigueros, lomo de cerdo negro asado, queijadas (quesadas) de Évora para terminar.
Tasquinha do Oliveira. Otro local minúsculo (cinco mesas, 14 plazas). Aquí el patrón se llama Manuel, y la cocina de su mujer, Carolina, es bien sabrosa y alentejana: tortillitas de bacalao, espinacas con bechamel, el clásico lomo de cerdo con almejas, perdiz de caza estofada y dulces conventuales.
Beber
Hay vinos magníficos en Alentejo, una región que nos hace añorar lo que la vecina Extremadura podría lograr pero tan pocas veces logra en el terreno vinícola. Prueben, si pueden, el Sidecar 2014 que la enóloga gallega Susana Esteban, afincada en esta región, elabora con la colaboración de su buen amigo el gran Dirk Niepoort. Un ensamblaje de trincadeira y de garnacha tintorera que es puro Alentejo. Otros vinos muy personales: el Vinus Grossa Selectio 2011 de Paulo Laureano, hecho con una uva casi extinta, la tinta grossa, y el Terrenus Reserva Vinhas Velhas 2011 de Rui Reguinga, el afamado enólogo de Quinta dos Roques, en el Dão, que como otros varios se acerca al Alentejo atraído por las viñas viejas que aún subsisten por aquí.
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