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De aquí para allá: Ezcaray

Encarna Jiménez y Víctor de la serna nos descubren la gastronomía y lo que hay que visitar y conocer en esta localidad riojana.

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Visitar este lugar de la Rioja es un lujo en fechas casi otoñales. Ezcaray –Peña alta- está situado al Oeste de la Rioja, en la Sierra de la Demanda, donde se ubica el valle del Alto Oja. El río, que da nombre a esta comunidad autónoma uniprovincial, desemboca en el Ebro, como tantos otros situados a su derecha.

Esta población tiene una historia forjada en época medieval entre navarros y castellanos. Tuvo repoblación de vascos el siglo IX, pasó a Castilla en el S. XI y obtuvo fueros en el S. XIV. Rica en madera, ganado y pastos, fue próspera entre el S. XVI y XVIII, como muestran sus edificios. Ahora es un lugar turístico que ha sabido conservar su patrimonio histórico y cultural.

Visita:

El monumento más sobresaliente de Ezcaray es la iglesia de Santa María la Mayor. Su exterior nos muestra el poder defensivo con torreones en sus ángulos. Construída sobre iglesia románica, conjuga elementos góticos y renacentistas tanto en la portada como en las obras del interior. Alberga un museo sacro de interés.

Junto a esta obra, hay que señalar la ermita de Santa Bárbara, la ermita de la Virgen de Allende, talla gótica en templo barroco, y el crucero, como referencias de arte religioso.

La arquitectura civil es una de sus mayores riquezas. Hay muestras de arquitectura popular que se manifiesta en las construcciones con soportales de madera o piedra, los balcones y las plazas como la de la Verdura, Mayor etc. que , además cuentan con algunos edificios nobles como el Palacio de Barroeta, arzobispo de Lima en el S. XVIII, o el Palacio del Ángel.

Los puentes sobre el río también son muy agradables en el paseo.

Ezcaray tiene un pasado protoindustrial que se desarrolla en el S. XVIII con la Real fábrica textil de Santa Bárbara, hoy convertida en albergue para el turismo. La casa de los Tintes sobresale dentro del conjunto industrial.

Para los curiosos de la literatura, aquí nació Armando Buscarini (Antonio Armando García Barrios), escritor bohemio que se acercó a la tertulia del Pombo. Hay una editorial con su nombre y una calle que lo recuerda.

¿Dónde comer?

Echaurren. Algo único en esta pequeña villa riojana: un pequeño hotel, el de la familia Paniego Sánchez, presenta dos restaurantes a cual mejor. El comedor clásico es el de la madre, Marisa Sánchez, premio nacional de Gastronomía en 1987, y en él se sirve su clásica cocina riojana, con el toque de delicadeza que esta gran cocinera siempre le ha aportado, ahora como supervisora atenta y sabia: las croquetas inigualables, el pisto riojano, el potaje de garbanzos, las alubias, la menestra de verduras, la sopa de pescado, las patitas de cordero, y, para rematar, la cuajada de leche de oveja con miel de brezo de Ezcaray y nueces.

El Portal de Echaurren. Éste es el comedor 'moderno' de la casa, en el que reina Francis Paniego, premio nacional de Gastronomía 25 años después que su madre, y verdadero líder de la alta cocina riojana con sus dos estrellas Michelin. Un maestro de las cocciones a baja temperatura (como la merluza confitada a 45º C sobre sopa de arroz) y de los platos actuales de gran naturalidad y sabor, que se sirven dentro de tres menús, con platos como el calamar a la parrilla sobre mole negro de sus asaduras, los sesos de cordero lacados al modo del foie.gras, o, de postre, la tosta templada con queso de Cameros, manzana y helado de miel.

Casa Masip. En un estilo mucho más sencillo, una cocina popular riojana muy sabrosa: caparrones, menestra, canelones de trufa y queso, carrilleras de ternera al vino tinto, y unas peras al vino con arroz con leche y helado de nata que están para chuparse los dedos.

Beber

¡Estamos en Rioja! La gran región vitícola española tiene cientos de grandes vinos y aquí sólo podemos mencionar los de tres casas. Apúntense tres nombres: una clásica, López de Heredia-Viña Tondonia; una volcada a la expresión más pura del terruño, Palacios Remondo, de Álvaro Palacios, y una representante de los jóvenes igualmente dedicados a poner en valor las uvas y los suelos sin trampas ni maquillajes a golpe de roble, la del francés Olivier Rivière.

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