Este pueblo gaditano, que es cabecera de la ruta de los pueblos blancos, tiene el encanto de un lugar que muestra su historia con alegría. Sus monumentos encaramados en lo alto de las colinas y la blancura y el color en su casas y tapiales le dan ese carácter irreproducible en cualquier otro país. Fue ciudad romana y cabeza de taifa musulmana. Ganada por Alfonso X para la cristiandad, mantiene un desarrollo lento pero seguro en la Edad Moderna y Contemporánea.
El centro histórico se encuentra en una meseta elevada entre barrancos. Allí nació la ciudad romana y después la musulmana. Para observar su importancia geográfica basta subir a la Peña de Arcos, con maravillosas vistas.
La alcazaba musulmana, del S. XI, fue transformada en castillo cristiano en el S. XIII, aunque conserva la puerta Matrera de origen musulmán. Se encuentra en lo alto de Arcos y le da una majestuosidad acompañada de diversos edificios civiles y religiosos desde el gótico al neoclásico.
Es muy práctico visitar el centro de interpretación de Arcos y Oficina de Turismo en la Cuesta de Belén. Allí podremos conocer la historia, los monumentos , la forma de visitarlos y descansar un rato.
Entre sus edificios de origen religioso, destaca la Iglesia de la Asunción con influencia mudéjar y renacentista; también la iglesia de S. Francisco y S. Pedro y varios hospitales y conventos como el de los franciscanos o el de la Caridad.
Arcos fue un potente baluarte entre Jerez y la Serranía. Dependió de nobles y Reyes y tuvo un rico desarrollo entre los siglos XV y XVIII.
Su Ayuntamiento da prueba de ese empuje, así como el Pósito. Un personaje peculiar fue Tragabuches, torero, bandolero y criminal que anduvo entre Arcos y Ronda.
Dónde comer:
Parador de Arcos de la Frontera. Sus impresionantes vistas son lo que ha dado la fama a este parador, antigua Casa del Corregidor, colgada literalmente sobre el río Guadalete, pero su cocina andaluza mantiene un buen nivel y su comedor abovedado es bien agradable. Así que prueben las berenjenas a la miel, la corvina a la roteña, el rabo de toro y los tocinos de cielo con helado, junto a buenos vinos andaluces.
Bar La Cárcel. El nombre le viene de la antigua cárcel, que estaba enfrente. El típico bar de tapas y raciones gaditano, simpático, pero con algo más: una cocina cuidada. Así que en sus estrechas mesitas podrán disfrutar de champiñones rellenos de beicon con salsa carbonara, lomo de bacalao en salda de cava y almejas, solomillo de buey con salsa de setas y foie, rollitos de salmón con aguacates, anchoas y queso, o jamón de pato con muselina de mango. Para que luego digan que aquí siempre se come lo mismo...
Taberna Jóvenes Flamencos. En la misma calle que el Bar La Cárcel, otra buena dirección para un tapeo quizá más sencillo, pero nada desdeñable, en un ambiente a menudo musical que responde al nombre de la casa: tortilla de calabacín con parmesano, patata rellena de carne con un toque picante, 'rebaná' (de pan tostado) de jamón ibérico, queso gouda y mermelada de tomate, berenjenas con salmorejo y jamón ibérico, ensalada de melva de Barbate con pimientos morrones y vinagre de Módena, pez de San Pedro empanado, y una tarta de almendras para terminar.
Beber
Ya hay vinos por Cádiz más allá de dulces y olorosos, como ese tinto magnífico que es el Finca Moncloa, pero desde luego no se pierdan el Fino Ynocente de Valdespino, y con el tocino de cielo descubran el Collantes Moscatel Oro "Los Cuartillos", ¡de Chiclana!
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