Mi querida Lucía: te escribo desde la habitación de mi hotel. Llevo solamente cuatro días en Suiza y, aunque Lucerna es una ciudad preciosa, echo de menos el verte y dar esos largos paseos por la tarde.
Nos conocemos desde hace seis meses, aunque no hemos pasado de ser más que amigos, buenos amigos. Pero eso a mi no me basta. Mi timidez ha impedido el que te diga antes lo mucho que significas para mi. Y ahora, en la soledad de esta habitación, me atrevo por fin a expresarte mis verdaderos sentimientos...
Desearía amarte de una forma serena, sin llegar a obsesionarme. Respetar "tu espacio" y tus vivencias. Valorarte, pero no juzgarte. Darme a ti, sin exigirte. Comprenderte, sin intentar cambiarte. Y poder amarte el resto de mis días.
Lucía, si crees estar en sintonía con lo que pienso, es posible entonces que nuestra amistad llegue a convertirse en amor. Tengo mucha ilusión, y al mismo tiempo miedo, de que tú no puedas sentir amor hacia mi. Abandónate a mi amor. Déjate fluir y verás el milagro. Porque las cosas del Cielo no son para comprenderlas, son para aceptarlas. Ye creo que lo nuestro puede convertirse en "un milagro" maravilloso.
Dentro de unos días regresaré a Madrid. Me gustaría antes tener noticias tuyas. Contéstame, pero hazlo a mano. Es más romántico que el correo electrónico. Además, esperar el cartero, tiene un encanto especial.
Hasta pronto, Lucía.
Un fuerte abrazo,
Julián
PD. Y te llevaré chocolate suizo, que sé que te vuelve loca.
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