Fue la mas triste carta de amor que jamás pensé recibir, aunque algo en el fondo de mi mente me decía que siempre hasta mi adolescencia todo a mi alrededor había sido tristeza.
Todo comenzó en un alegre verano al lado del mar. Mi hermano nos había invitado a pasar unos días de vacaciones y yo por primera vez me sentía ilusionada pues era viajar a un lugar diferente de mi casa y de mis circunstancias, lleno de risas compartidas con un nuevo grupo de amigos.
Al principio yo no me fije en él, sino en el más conquistador de los otros chicos que a pesar de tener a varias admiradoras me hacía guiños a mí. Pero poco a poco el primero empezó a ser el protagonista para mí, era callado, un tanto triste pero muy cariñoso y atento. Había estudiado Magisterio y acababa de obtener el título, estaba haciendo la Milicia, que era el servicio militar y los estudiantes lo hacían en los tres meses de verano, vestían con el traje militar pero con el de oficiales, llevando gorra de plato y unos cordones sobre la guerrera, del color según la carrera que estudiaran, estaban guapísimos, con un carácter un atractivo para las chicas. Nos enamoramos y todo fue bien. Yo era una chica un tanto tímida y el respeto hacia mi persona era muy importante. Algún cándido beso y no más.
Y llegó el fin del verano y tuvimos que volver a la rutina de nuestras vidas y a nuestras casas. Yo vivía en la ciudad y tenía mi trabajo en una oficina. El tenía su primer destino como maestro en un pequeño pueblo. Eran otros tiempos y un maestro no podía permitirse el lujo de tener coche por lo cual venirme a ver le suponía varias horas de traslado. Paseábamos en la ciudad y yo me ponía guapa para él pero el se ponía un tanto preocupado y me decía que en su pueblo no podría darme todo lo que él quisiera, pues debía ayudar a su familia, su madre estaba enferma y su padre y hermano debían trabajar fuera. Ahora pienso que el estaba en un nivel del que yo había salido para mejorar y él tenía ataduras que viviendo en un pueblo y sin mí se le hacia insoportable.
Un día recibí una carta de él donde me decía que debíamos romper. Recuerdo que no llegaba a entender lo que me escribía. Se la dí a leer a mi hermano mayor que sabía de nuestra relación, porque no sabía lo que me estaba pasando. Mi hermano leyó la carta y le pareció sincero y leal, valiente pues le costaría terminar una relación que había creado con tanta ilusión. De nuestro pre-noviazgo solo recuerdo un beso a hurtadillas, dado en una sala de estar en casa de mi hermano. Fue rápido antes de oír los pasos que se acercaban, lo recuerdo como un sueño dulce y cariñoso. Sus ojos negros y profundos, su tez morena, su presencia cercana y cariñosa.
Treinta años después, cuando habíamos vivido nuestras vidas, quise saber de él, saber si había sido feliz con otra mujer. Y escribí una carta, cuando ya no me importaba lo que pensaran los demás si yo corría hacia él para recuperarlo como debía haberlo hecho aquella vez, pero mi juventud y timidez me lo impidieron. Si, escribí aquella carta pero la guarde en un cajón para pensármelo.
A los pocos días me encontré con una amiga que nos había conocido a ambos. Y sin quererlo o sin saber lo que me afectaba me dijo que había muerto hacía unos pocos días, de una grave enfermedad muy larga y cruel.
Cuando volví a casa saque la carta que no había llegado a mandar y la rompí con mucha tristeza. Dicen que cuando estamos al borde entre la vida y la muerte pasan por nuestra mente imágenes de toda nuestra vida. Se detrendia él. en el momento en que nuestras vidas estuvieron juntas?, ¿me echaría en falta como yo a él?. Eso nunca lo sabré...
Mari Cruz Álvarez
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