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Flirteos de juguete

Son las 8 y cuarto. Otro día más a trabajar. Veo las mismas caras por la calle. La profesora de informática que se va a la academia. La farmacéutica. Los niños que tiene que coger la ruta. 

En la radio Federico trata de poner un poco de sentido común. Estoy llegando a la estación de metro, tengo que apagar la radio porque en el metro no se oye. Paso el torno y bajo las escaleras deprisa, como siempre. Miro el monitor. El próximo tren llegará en 3 minutos. Avanzo por el andén hasta el lugar donde aproximadamente hay una puerta que coincide con la salida del andén de mi estación de destino. Estudio a los demás viajeros. Casi siempre somos los mismos. Las mismas caras a la misma hora de lunes a viernes.

Me da un ligero vuelco el corazón. Ahí está ese chico tan guapo. Lleva una cartera que sujeta con la mano al lado de la cadera. También va escuchando música, como yo. También suele esperar el tren a esta altura del andén porque se baja en la misma estación que yo. Creo que me reconoce. Le miro de reojo, una parte de mí no quiere llamar la atención, otra le miraría de forma descarada. Gana la tímida.

Llega el tren. Él entra detrás de mí por la misma puerta. Me sitúo a un lado y aprovecho para echar un vistazo. ¡Tiene los ojos azules! No se los había visto bien nunca. Vuelvo la cabeza. No quiero que sepa que me atrae.

Llegamos a la estación. Ahora sale él primero y yo detrás. Los dos subimos la escalera mecánica. Como no es la primera vez, ya sé adónde va, hacemos trasbordo para coger la misma línea pero en sentido contrario. Compartiremos unos metros más de pasillo y después tomaremos caminos distintos.

Él camina deprisa pero curiosamente vuelve la cabeza un momento, como si quisiera saber si sigo allí, detrás de él. ¿Me habrá reconocido de verdad? ¿Sabrá cuál es mi camino de cada día? Me hace ilusión pensar que se ha vuelto por mí. 

Gira y baja las escaleras a su andén. Yo sigo un poco más por el pasillo y giro para bajar al mío. Miro a ver si le localizo en el otro. Allí está. Se queda en la parte delantera. Viene su tren. Yo sigo también hacia la parte delantera de mi tren.

No sé a qué estación se dirige. Su tren se va, si el mío no llega pronto, voy a llegar tarde al trabajo. Mañana será otro día.

María Aránzazu Pérez

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