Casi un año y medio después de que se aprobara "unánimemente" en Pleno, Íker Casillas acudió "orgulloso" a la capital abulense para recoger la máxima distinción que concede la Diputación de Ávila: su Medalla de Oro.
Rodeado de familiares, amigos y de representantes de las administraciones e instituciones abulenses, el portero internacional también contó con el apoyo de muchos abulenses anónimos hasta sumar las más de 1.500 personas que llenaban el aforo habilitado en el Centro de Congresos y Exposiciones Lienzo Norte.
A ellos, a estos aficionados se dirigieron tanto el protagonista como el presidente de la Diputación, Jesús Manuel Sánchez Cabrera, en varios momentos de sus intervenciones y es que a juicio de este último esa gran afluencia de público "arropando al galardonado" hacía que la distinción de la Diputación fuera "más que nunca patrimonio de todos".
Casillas ha sido siempre un gran embajador de Ávila y sobre todo del que considera su pueblo, Navalacruz. Pero hoy se convirtió por derecho propio en embajador en letras mayúsculas pues así se decidió en la sesión plenaria de mayo de 2016 en el seno de la Diputación y con el apoyo de todos los grupos políticos con representación en la institución (PP, PSOE, Ciudadanos, IU, UPyD y Trato Ciudadanos). Sus méritos deportivos, que fueron repasados en la gala, saltan a la vista, pero junto a su extraordinaria carrera profesional, sus valores humanos también han pesado a la hora de colgarse la máxima distinción provincial, sobre todo por su fundación con la que se vuelca especialmente con la infancia.