El grito de Ai Weiwei
El artista chino presenta en Valladolid su nuevo documental, rodado durante más de un año en 23 países con 900 horas de entrevistas grabadas
El prestigioso artista chino Ai Weiwei viajó hasta Valladolid para presentar en la Sección Oficial de la 62 Semana Internacional de Cine ‘Human Flow’, su último documental, donde refleja con una mirada poética y muy personal el drama de los refugiados. A lo largo de un año, el creador ha recorrido con un equipo técnico mínimo un total de 23 países de todo el mundo, visitando más de 400 campamentos de refugiados y entrevistando a más de 600 personas, hasta conseguir un material de partida de más de 900 horas de grabación.
La película, que llegará a las salas comerciales la próxima primavera, fue acogida con aplausos en su estreno en el Teatro Calderón. Salpicando el relato con sucesivas citas de poetas, escritores o políticos de las zonas afectadas, desde Turquía hasta Estados Unidos, Weiwei presenta el lado humano de los refugiados compartiendo con ellos sus sueños, frustraciones, esperanzas y miedos. De hecho, el propio cineasta se implica en la narración, intercalando escenas panorámicas con entrevistas, pero también momentos en los que él se dedica a grabar los escenarios que recorre, incluyéndose en los planos como un personaje más.
En su multitudinario encuentro con los medios, el artista explicó que cuando comenzó el rodaje, no disponía de mucha información ni conocimiento del problema de los refugiados. "Cogí mi teléfono y empecé a rodar", señaló. "La información que me ha llegado de los refugiados es a través de los refugiados y las redes sociales, que siempre hablaban del dolor para causar simpatía en el público, pero creo que con el concepto de la globalización, los derechos humanos y a una vida digna, el problema de los refugiados azota y afecta a todos los países del mundo", explicó.
Weiwei considera que "las instituciones internacionales no han hecho lo suficiente", y puso como ejemplo de ello la situación que se produce actualmente en Birmania con la etnia rohinyá: "Lo que sucede en Birmania significa que el Gobierno ha dejado a un lado los principios morales y es incapaz de afrontar este problema. Los campamentos allí tienen capacidad para hasta 900.000 personas, pero solo acogen a medio millón. Es como si fuera un genocidio. Estados Unidos y China no están desempeñando el papel que les corresponde. Se tienen que sentir avergonzados, si no podemos solucionar este problema dejaremos el mundo en un estado caótico", advirtió.
Como caso opuesto, se refirió al gobierno griego como "un ejemplo a seguir". "Cuando entrevisté al ministro griego, me dijo que ellos, de acuerdo con sus valores culturales, no pueden echar a los refugiados. Han aceptado incondicionalmente a todos los refugiados, pero saben que lo que han hecho no ha gustado al resto de miembros de la Unión Europea", expuso.
Realismo y denuncia
Cuestionado sobre si su constante presencia ante la cámara tenía que ver con un supuesto egocentrismo, señaló que "esa sería una interpretación equivocada", y aludió a las aventuras de Tintín para señalar: "A mí me gustaría ser ese niño que recorre todo el mundo". "Mi presencia busca dar un toque más realista. No estaba rodando una película de humor negro, ni es un documento que narre la historia de este mundo. Mi presencia es para diferenciarme de lo que cuenta la prensa americana que, por ejemplo, cuando habla de este problema hablan como si ellos fueran los dueños de este mundo. Nosotros, el ser humano, la persona, tenemos el derecho y la obligación de participar en el destino del mundo que compartimos", argumentó.
Según explicó, conforme avanzaba el rodaje se fueron dando cuenta de "lo grave que es este problema". "Sobrepasó lo planificado y lo previsto, empezamos a incluir más matices y preparar más todo en detalle. Todo el problema de los refugiados es una crisis humanitaria. Cuando vemos en telediario o redes sociales este problema, se suele pensar que es cosa de los demás, que no nos afecta. Lo contemplamos como si fuéramos espectadores, pero esa política nos afecta a todos. El arte tiene que estar vinculado con la política, sin ese vínculo el arte sería muy superficial. Para mí, el arte que refleja y muestra el derecho humano es una base muy importante para un país democrático. Las personas, su intervención, su participación, es imprescindible en la democracia", añadió.
Además, aclaró que, personalmente, "siempre" se ha sentido "parte de los refugiados". "Nací en 1957 y ese mismo año mi padre fue enviado al otro extremo de China para trabajar en el campo. Durante dos décadas el Gobierno no le permitió escribir, y durante cinco años le obligaron a limpiar lavabos comunitarios de zonas rurales en malísimas condiciones. Se quedó ciego de un ojo. Es esa época vivimos en una gruta que excavamos en la tierra, nos tapamos con hierbas y dormíamos ahí. Fuimos ignorados porque teníamos diferentes opiniones políticas, culturales y artísticas. Me veo reflejado en los refugiados, sobre todo en los niños, porque en ellos veo mi infancia. Si hay algo común que une a todos los refugiados es el deseo de vivir, la esperanza de encontrar un trabajo y dar una buena educación a sus hijos. Eso les hace ser valientes para afrontar el día a día", reflexionó.
Por último señaló que "el silencio de los 65 millones de refugiados que existen actualmente es una humillación para las personas que tenemos voz". "No hemos dado el grito que hubiéramos debido ante todos los organismos internacionales. Me gustaría lanzar una voz para todos los países y poderes que tienen responsabilidad para solucionar este tema. En este momento el mundo está gestionado por intereses económicos que están por encima de todo. Los refugiados merecen nuestra atención, y si no la reciben eso significará que el mundo será cada vez peor y más corrupto", remató.
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