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El milagro del Cristo de Castilviejo

Un milagro certificado por la Iglesia en 1602

Fernando Puga / Sergio Gª Saseta

A las afueras de Medina de Ríoseco se levanta la ermita de Nuestra Señora de Castilviejo. Un santuario mariano que guarda en uno de sus altares la talla de un crucificado. Hasta aquí todo normal, de no ser porque ese Cristo, conocido como el Cristo de Castilviejo, protagonizó en el año 1602 un milagro.

Según un antiquísimo documento custodiado en el archivo municipal, la madera sudó durante la celebración de una rogativa que reclamaba lluvia para el campo. Varios notarios dieron fe del fenómeno tras un informe pericial realizado en la capilla de los Benavente. 71 días después de la sudoración, el milagro fue reconocido por la Iglesia. Ahora, el museo de San Francisco custodia la prueba más terrenal de aquel acontecimiento que cambió para siempre la historia de la localidad terracampina: los paños con los que fue limpiada la superficie de la talla.

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