Si uno ha leído a Miguel de Unamuno sabrá que aborrecía sobremanera el aldeanismo. El intelectual vasco lo explicaba con enorme brillantez cuando se refería a sus paisanos, aunque apreciaba enormemente la proverbial fuerza que les unía para construir una región próspera y rica. Aquí es imposible que se dé tal simbiosis: la de leer a Unamuno, para luchar contra lo aldeano; y la de unirse, para prosperar. En vez de esa relación de ayuda o apoyo mutuo, para buscar un objetico común, siempre está presente el aldeanismo. En este caso, el empresarial.
El aldeanismo de las cuatro patronales gallegas goza de buena salud porque se vende bien. Es rentable a corto plazo, no solo para las confederaciones provinciales; también para algunos medios locales, sin ir más lejos. Pero perjudica a la unión de las patronales como en el caso de la competencia exterior, para ganar mercado. Y, al mismo tiempo, evitar que los que vengan se hagan con lo poco que tenemos.
La disputa de los aeropuertos, por poner un ejemplo, nos recuerda que no hemos salido del aldeanismo. Al menos, así lo exponía sin complejos ni rubor el presidente de la patronal pontevedresa, Jorge Cebreiros, que solo argumentaba ese aldeanismo patético de norte-sur, centrado en dos ciudades, y olvidándose que él representa a los empresarios de toda una provincia.
Las principales ciudades de la Comunidad gallega -apoyadas por las confederaciones de empresarios y sus intereses- practican intensamente la autocomplacencia, el victimismo, el agravio y otros vicios que nos empobrecen a todos. Y esto es lo que hace el presidente de la patronal de Pontevedra, continuar con ese localismo aldeano.
Existen muchas razones para una refundación de la patronal gallega, desde el fariseísmo de los patronos hasta el caciquismo, pero Cebreiros no ha dado ni la primera. Ya lo decía Unamuno.