Más allá de los intentos de atraer miradas y polémicas, no cabe duda de que últimamente el protagonismo corresponde a Abel Caballero. La falta de liderazgo en el PSdeG, al que por ahora no aspira nadie, es probablemente la mejor prueba de la disposición que exhibe -salvo los amagos de Carmela Silva- el PSOE gallego de abrir una nueva era política marcada por la mirada del alcalde vigués.
Pero esa realidad que viven los socialistas, choca radicalmente con la crisis permanente que padece. El caso es que el PSdeG en vez de recuperarse se hunde cada día que pasa en un caos de difícil explicación y justificación.
El PSOE gallego está perdiendo una importante cuota de apoyos por falta de regeneración y por su indefinición política. Frente a la queja permanente y a la búsqueda continua de la polémica, desde las filas socialistas se mantiene un discurso en el que la regeneración es el eje vertebrador.
Pero en Galicia se resquebraja cuando se hacen evidentes situaciones tan sorprendentes como que no se cumplan los criterios internos, y cuando se realizaron demasiadas "purgas" al más puro estilo siberiano de aquellos críticos con la gestora que preside Pilar Cancela o se decidan los cargos orgánicos dentro de la endogamia en la que vive el partido.
Los afiliados y los votantes se merecen más respeto. Un partido político tiene que ser algo serio y su actuación intachable debe estar fuera de toda duda. Ahora más que nunca, y Caballero se ha dado cuenta de ello. No lo dejaron. Pero insiste con su plan.