Soy un gallego más sin aspiraciones políticas o no soy gestor, soy un activista político. Así se definen los alcaldes de Coruña y Ferrol que suelen decir que no buscan el aplauso fácil. Pero sabemos que muchos de los que los han votado no están de acuerdo con ellos ahora que han visto como hacen una política de baja calidad y sin el más mínimo intento de abandonar el bucle populista para tomar decisiones serias para el interés general de las ciudades que representan, pero que no gobiernan.
Lo doloroso hasta el vómito es constatar que están utilizando las instituciones como un servicio partidario, como una burbuja indecente donde asientan su cuartel general para representar a unos pocos. Y, por supuesto, para recibir a personajes de dudosa calidad política.
Todo esto viene a cuento por la recepción que ayer le brindaron los alcaldes podemitas al embajador de Venezuela en los ayuntamientos de Coruña y Ferrol, y que concluye hoy con la visita del diplomático de Nicolás Maduro al concello de Santiago.
Es curioso que el regidor coruñés haya destacado las grandes relaciones de Galicia con Venezuela con el ejemplo del propietario de una entidad bancaria gallega, o que el alcalde de Ferrol destacase el modelo democrático y de participación de los ciudadanos en Venezuela. Cuando la democracia bolivariana es un fin que nos quieren importar estamos perdidos. Menos mal que hay políticos, como Carlos Negreira, que se atreven a plantarle cara al ilustre diplomático para recordarle la falta de libertades y el déficit de democracia en su país. Otros ni estaban, ni se les esperaba.