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De aquí para allá: Aquisgrán

Encarna Jiménez y Víctor de la Serna hablan de la antigua capital del Sacro Imperio Romano, de su gastronomía y lo que hay que conocer.

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Visitar Aquisgrán es la mejor manera de recordar lo que significó el Sacro Imperio Romano Germánico en la Edad Media. La forma de enlazar una ciudad-balneario romana (Acquae Grannis) con la creación de un imperio cristiano de occidente desde un lugar en el que convergen las lenguas germánicas con las románicas. Aquisgrán es la ciudad más occidental de Alemania, cercana a Colonia y en la frontera con Bélgica y los Paises Bajos.

Fue lugar de pactos e invasiones, territorio conflictivo y con una minoría judía muy importante. Centro minero y tecnológico, es ciudad de futuro con un pasado de gran interés.

Visita

La Rathaus, o Ayuntamiento es una construcción del S. XIV edificada sobre el Palacio Real de Carlomagno (S. IX). Aquí se entregan los premios Carlomagno y alberga salones y piezas de relevancia histórica.

La catedral, también de origen carolingio con influencia de S. Vitale de Roma, tuvo sucesivas ampliaciones de diferentes estilos. La primera fase corresponde a la Capilla Palatina de Carlomagno. Aquí fueron coronados 30 reyes y 12 reinas alemanas. En el S. XVI pasan a ser coronados en Frankfurt.

Elisennbrunnen, de estilo neoclásico, nos recuérda la importancia de los balnearios para las estancias reales y también otro tipo de acuerdos y tratos entre naciones.

Otros lugares de interés son la plaza del Mercado, la Grashausm S. Miguel, la sinagoga o el museo deAquisgran y el de la Prensa. Aquí nació Mies van der Rohe, el arquitecto de mayor influencia del S. XX.

¿Dónde comer?

Sankt Benedikt. Un restaurante tradicional, el de la familia Kreus (no confundir con Kroos), que se desdobla. A mediodía, platos clásicos alemanes y franceses: rollitos de ciervo con puré de apio y patatas Dauphine, filete de siluro –el mayor pez de agua dulce de Europa- con salsa de pimientos y puré de patatas y endibias, crêpes con helado de vainilla y salsa de naranja. Y, por la noche, dos menús vanguardistas del pequeño de la familia, Maximilian Kreus.

Schänke. En español, 'taberna'. Pues eso. Es el comedor sencillo del lujoso Schloss Schönau: burgués, con una oferta de precios, para Alemania, mesurados. Axel Hobbach dirige ambas cocinas, en este caso con propuestas más regionales, como por ejemplo la crema de manzana y apio, los lomos de conejo con salsa de pan de especias, el salteado de ternera con salsa de mostaza de Monschau, o el helado de queso de cabra con gelatina de uvas.

Am Knipp. El restaurante más antiguo de Aquisgrán, con más de 300 años, totalmente reconstruido tras la II Guerra Mundial: hay que verlo aunque sólo sea por sus muebles antiguos, su ambiente de taberna de la Europa central dieciochesca. La cocina es muy correcta, muy alemana: arenques en nata, pechuga de pavo en tiras con salsa de mostaza, escalope con champiñones y 'Bratkartoffeln', la patata salteada alemana clásica. Nada de patatas fritas internacionales. Y una crêpe de manzana con helado de vainilla y licor de huevo para terminar.

Beber

Aquisgrán está en tierra de cerveza, pero a pocos kilómetros al sureste está la más septentrional y desconocida de las zonas vitícolas del Rin alemán, la del Ahr, que es un afluente del gran río. Curiosamente, su especialidad son los vinos tintos de uva pinot noir, que van bien con esta cocina rústica. Prueben los de tres productores destacados: Adeneuer, Kreuzhof y Stodden.

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