Una de las cuatro ciudades imperiales del reino de Marruecos es Marrakech. Se encuentra en territorio bereber, cerca del Atlas y en el centro-sur de Marruecos. Comienza a tener importancia en el S. XI con el apogeo de los almorávides, posteriormente arrasan los almohades y, a continuación, los benimerines. Estas oleadas situadas entre los siglos XI y XIV tuvieron su correspondencia en la península ibérica y el desarrollo de la Reconquista. Sin duda hay una estrecha relación entre la cultura española y la marroquí, en la que ahora se asienta la dinastía alauíta.
La medina, o ciudad, está rodeada por muros que suelen cambiar de tono conforme avanza el día. Es muy conocida y literariamente ensalzada la plaza de Xema el efna; en cualquiera de sus correspondencias lingüísticas. Es un zoco enorme y aparentemente desangelado que se llena de puestos auténticos y falsos junto a los muros de los mercados artesanos.
Hay que visitar los zocos de la medina, muchos cubiertos, para saber lo que es el regateo y el arte de convencer. Lo de menos es lo que vale una lámpara o un bolso.
Entre los edificios más destacados de una ciudad que no es monumental sino viva y sorprendente, está la mezquita y alminar de la Kutubiya, similar a la Giralda.
- La gran piscina de Al Menara,con su fantásticos reflejos
- Los jardines de Marjorelle
- Las tumbas nobles
- La zona de Guindal, de aire colonial
- El Museo de Artesanía
- El hotel La Mamunian, para tomar un té
¿Dónde comer?
Al Fassia Guéliz. Uno de los dos restaurantes de esta mini-cadena lujosa de hoteles y restaurantes típicamente marroquíes; éste, en el centro de la ciudad. La cocina es clásica, con una pastela (o b'stilla: la empanada marroquí de crujiente pasta brik) de pichón inmejorable para empezar, un asado 'méchoui' de cordero por encargo, en una versión original con almendras, y el cuscús de verduras, y el tajine de pollo... De postre, una original pastela de almendras y leche frita.
La Maison Arabe. Un hotel-boutique, o 'riad', en plena Medina, que se distingue de los demás en que su cocina es de primera. El propietario, el italiano Fabrizio Ruspoli, y el cocinero, el francés Didier Lévy, defienden la cocina... marroquí. Hay que probar la magnífica versión del tagine de Lévy, realzada con azafrán, cebolla, sésamo, genjibre y naranjas caramelizadas... Muy bueno también el tajine de pollo con orejones de melocotón.
Le Français. La Mamounia, el más famoso y lujoso hotel de Marrakesh (y uno de los mejores del mundo) tiene tres restaurantes, y el mejor, recordándonos el cordón umbilical que une a Marruecos con Francia, sirve la excelente cocina 'bistronomique', o de tasca gastronómica, como ahora se dice, del 'chef' Bertrand Charles. Y para cambiar de la cocina local no viene mal unas vieiras a la plancha con muselina de apio-nabo y trufa, o un pastel de carne hecho con rabo de buey, vino blanco y trufas, y terminar con unos plátanos caramelizados con buñuelos de chocolate.
Beber
Esa relación con Francia explica que exista en Marruecos, país musulmán, un sector vitivinícola muy activo y con algunos vinos de buen nivel, en particular los rosados (bastante populares en Francia) y los tintos. Prueben el Tandem, un syrah elaborado por el gran viticulltor francés Alain Graillot, el Beuvallon, un original maceración carbónica de cariñena con inesperada capacidad de envejecimiento, o el sencillo Eclipse, un ensamblaje de garnacha y syrah que se deja beber bien.
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